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Hubo una época en la que unos arbustos de hiedra hacían las veces de cerca; y unas tablas unidas entre si, eran la puerta.
Hubo una época en la que una cerca natural nos decía que estábamos en una propiedad privada y como tal, había que respetarla. No existían y tampoco hacían falta las alarmas.
Por norma general, se respetaba lo ajeno.