Cuenta la leyenda que un topo gigante, al que nadie había visto nunca, salía durante la noche, y con su potente hocico iba destruyendo todos los cimientos que los canteros habían colocado el día anterior.

Hartos de trabajar y no dar por terminado su trabajo, se decidieron a colocar una trampa. Idearon un cepo gigante con el que dar caza a tan dañino animal.
Y así fue, la primera noche que colocaron la trampa, oyeron como algo había quedado atrapado en la trampa. Cuando se acercaron pudieron ver un enorme topo; el más grande que jamás hubieran visto.
Lo mataron y colgaron su piel, como escarmiento y signo de victoria, en al puerta principal. Desde entonces, en la puerta de San Juan, cuelga un enorme pellejo oscuro, que dicen era el pellejo del topo «destructor». Así queda reflejada la proeza de estos canteros.